Energía centrada en el sistema de nutrición
Cuando la energía del cuerpo se enfoca principalmente en el sistema digestivo, inevitablemente se ve reflejado en la falta de energía en los otros dos sistemas vitales. Esta concentración de energía en el sistema de nutrición ocurre especialmente cuando:
- Comemos en exceso.
- Ingerimos alimentos mal combinados.
- Consumimos alimentos que no son adecuados para nuestra fisiología.
- Ignoramos nuestros biorritmos y comemos fuera de ellos.
- Tomamos sustancias tóxicas.
- Comemos sin tener realmente hambre.
En condiciones normales, el cuerpo es capaz de gestionar esta situación de manera efectiva y no necesita desviar energía de los otros sistemas. De hecho, en la mayoría de los casos, ni siquiera notamos esta redistribución de energía. Sin embargo, el problema surge cuando estos patrones se repiten con frecuencia o cuando nos excedemos.
Cuando la energía se centra totalmente en el sistema digestivo, los otros dos sistemas pueden dejar de funcionar correctamente. Esto se manifiesta en una serie de síntomas, incluyendo:
- Dificultad para pensar con claridad.
- Sensación de embotamiento mental.
- Disminución del rendimiento físico.
- Fatiga extrema.
Además, tanto el sistema de relación como el de eliminación se ven fuertemente afectados:
En el sistema de relación:
- Somnolencia.
- Falta de interés en socializar.
- Disminución de la capacidad de concentración.
- Apatía generalizada.
En el sistema de eliminación:
- Estancamiento en los procesos de eliminación.
- Retraso en el proceso de recuperación.
En resumen, una energía centrada en el sistema de nutrición puede tener un impacto significativo en nuestro bienestar general y en el funcionamiento de nuestros otros sistemas vitales. Es importante estar conscientes de estos efectos y tomar medidas para equilibrar adecuadamente nuestra energía entre todos los sistemas del cuerpo.
Además de los efectos físicos, la concentración excesiva de energía en el sistema de nutrición también puede tener repercusiones emocionales y mentales. Cuando nos encontramos en un estado de sobrealimentación o de alimentación poco saludable, es común experimentar cambios en nuestro estado de ánimo, como irritabilidad, ansiedad o incluso depresión. Esta conexión entre la nutrición y la salud mental resalta aún más la importancia de mantener un equilibrio adecuado en todos los sistemas del cuerpo. Al prestar atención a nuestros hábitos alimenticios y adoptar un enfoque consciente hacia la alimentación, podemos contribuir no solo a nuestra salud física, sino también a nuestra salud emocional y mental.
Energía centrada en el sistema de relación
Para ilustrar este concepto, considera una situación común en el entorno laboral. Imagina que estás disfrutando de tu almuerzo en la cantina, aprovechando unos momentos de calma y disfrute. De repente, llega un colega y te informa de que tu jefe está furioso contigo y requiere verte de inmediato. Esta noticia perturba tu tranquilidad y afecta tu sistema digestivo de inmediato. La energía se redirige hacia el sistema de relación al escuchar estas palabras, haciendo que pierdas el apetito repentinamente. Además, es posible que sientas la necesidad de deshacerte de lo que acabas de comer, experimentando náuseas, mareos e incluso malestar estomacal.
Lamentablemente, este tipo de situaciones son cada vez más frecuentes en nuestra vida diaria, especialmente debido al estrés y la presión que nos enfrentamos constantemente. La energía tiende a concentrarse en el sistema de relación la mayor parte del tiempo, lo que puede causar problemas digestivos como indigestión, hinchazón y falta de apetito. A continuación, se presentan algunos ejemplos que probablemente te resulten familiares:
- Sobrecarga de trabajo intelectual o físico.
- Crisis emocionales o situaciones estresantes.
- Responsabilidades laborales abrumadoras.
- Dificultad para manejar emociones como miedo, tristeza o ira.
- Exceso de interacciones sociales.
- Negación de las circunstancias de la vida.
- Relaciones personales tóxicas o abusivas.
- Falta de autocuidado y atención a las necesidades personales.
- Priorización del agrado de los demás sobre el autocuidado.
Teniendo en cuenta todo esto, es claro que el sistema de la nutrición se verá comprometido, lo que se traducirá en una pérdida de apetito o una digestión más lenta. Es como si el sistema de relación tomara el escenario principal y el sistema digestivo quedara en segundo plano, sin poder realizar su trabajo de manera eficiente.
Por ello, es vital seguir dos reglas de oro que te ayudarán en tu día a día:
- Evita comer cuando estés exhausto, ya que el sistema digestivo no está preparado para manejar los alimentos en estas condiciones. En esos momentos, toda la energía está dirigida hacia el sistema de relación, lo que dificulta la digestión.
- Abstente de comer cuando estés enojado, temeroso o deprimido. En estas circunstancias, es poco común sentir apetito genuino. Sin embargo, si realmente necesitas comer, hazlo de manera moderada y opta por alimentos ligeros y nutritivos. Respeta tus ritmos biológicos y prioriza los alimentos frescos y vivos para no sobrecargar un sistema digestivo que ya está debilitado debido a la distribución desigual de energía en el cuerpo. Recuerda, ¡tu bienestar es una prioridad!
Comer con el estrés a tope
Existen personas que recurren a la comida como una forma de manejar y resolver sus problemas y conflictos emocionales. Utilizan la alimentación como una estrategia para lidiar con sus emociones, buscando aliviar el malestar y el dolor emocional que experimentan. Comen con la intención de liberarse de las emociones negativas que les impiden avanzar y tratan de tapar las sensaciones desagradables que experimentan. El problema radica en que su sistema digestivo no está preparado para procesar alimentos en esos momentos, ya que no experimentan un hambre física real, sino más bien un hambre emocional. Además, dado que gran parte de su energía está dirigida al ámbito relacional, el sistema digestivo carece de la energía necesaria para funcionar adecuadamente. Al consumir alimentos tóxicos o que no se adaptan a su fisiología, pueden sentir temporalmente un alivio, creyendo erróneamente que las emociones negativas se disipan. Sin embargo, esto no es más que una ilusión. Estos alimentos, difíciles de digerir, pueden causar graves problemas de salud al provocar fermentación y putrefacción en el tracto digestivo. En tales situaciones, el sistema digestivo no cuenta con la energía suficiente para procesar adecuadamente los alimentos, lo que puede llevar a que estos se conviertan en toxinas que el cuerpo intentará eliminar rápidamente. Por lo tanto, es fundamental tener precaución con la alimentación cuando se experimenta las emociones como:
- estrés,
- cansancio
- duelo
- ira
- tristeza
- crisis
- exceso de ejercicio físico o trabajo mental
Es importante ser consciente de cómo la alimentación puede afectar tanto física como emocionalmente, y buscar formas más saludables y efectivas de manejar las emociones sin recurrir a la comida como única solución.
El impacto del sistema de relación en la digestión
Cuando te encuentras en una situación de gran estrés o ansiedad, la forma en que tu cuerpo maneja la comida puede verse seriamente afectada. En tales momentos, la energía de tu cuerpo se dirige principalmente al sistema de relación, que se encarga de lidiar con las emociones y el estrés, dejando el sistema digestivo en segundo plano. Esto significa que, independientemente de lo que comas, tu cuerpo no estará en condiciones óptimas para digerir los alimentos.
Si estás agobiado o estresado, es probable que busques consuelo en la comida. Sin embargo, comer en estas condiciones no resolverá el problema. El cuerpo, ocupado en gestionar el estrés, no tiene la energía necesaria para procesar los alimentos de manera efectiva. Esto puede llevar a que experimentes problemas digestivos, como falta de apetito, indigestión o malestar estomacal.
Es importante reconocer que, en momentos de estrés intenso, el sistema de relación absorbe toda la energía vital que normalmente se distribuye entre los sistemas de nutrición y eliminación. Esto significa que tu digestión se verá afectada y el cuerpo tendrá dificultades para eliminar los desechos correctamente. Por ejemplo, después de recibir una mala noticia o tras una discusión importante, es normal perder el apetito, ya que el cuerpo no tiene la capacidad para digerir la comida adecuadamente en ese estado.
Forzarte a comer cuando tu digestión está comprometida solo agravará la situación. Comer sin tener hambre o pensar que la comida resolverá tus nervios puede ser perjudicial para tu salud. En lugar de recurrir a la comida como una solución rápida, es mejor buscar formas alternativas de manejar el estrés y la ira.
Dedica tiempo a procesar tus emociones y busca maneras saludables de enfrentar lo que estás viviendo. Aunque al principio pueda parecer que todo está en contra tuya, cada desafío puede enseñarnos algo valioso. A veces, necesitamos tiempo para entenderlo y encontrar el apoyo necesario para superarlo. Recuerda, tu bienestar es lo más importante, y cuidar de ti mismo es esencial para superar cualquier adversidad.El cuerpo guarda el rencor pero tiende a volver al equilibrio cuanto antes.
El cuerpo guarda el rencor
El cuerpo guarda rencor, eso es verdad, y lo demuestra en las situaciones más inesperadas. ¿Cuántas veces has experimentado el momento en el que sufres un ataque de nervios y todo se paraliza? No puedes comer, beber, respirar, pensar ni dormir. O, por el contrario, te asalta un deseo irrefrenable de comer todo lo que encuentras en la nevera o de vaciarte con tal fuerza que los vecinos tienen que taparse los oídos. Cada uno de nosotros pasa por situaciones así, y no hay nada de vergonzoso en ello; lo único que nos diferencia es cómo reaccionamos. A menudo, pensamos que la situación pasa desapercibida, que con el tiempo todo se regula, pero no es así. El cuerpo recuerda y saca a flote todos los desechos acumulados durante esos momentos difíciles. Cuando no tenía la vitalidad para desencadenar los procesos de eliminación, ahora, cuando está más relajado porque esa mala racha ha pasado, comienzan a surgir los síntomas. El cuerpo se siente más relajado y seguro, y finalmente se estabiliza el flujo de energía interna. El sistema emocional comienza a funcionar a pleno rendimiento, y comienzas a sentirlo plenamente.
No me enfermo nunca…pero si me pasa, me arrasa
¿Cuántas veces has pasado por una situación similar? Todos los días podrías trabajar como una mula sin descanso, mientras toda tu familia sufre de diversas enfermedades y trastornos, tú sigues fuerte y trabajando duro. No te contagias absolutamente de nada. Lo mismo ocurre en tu trabajo: mientras la mitad de la oficina está enferma de gripe, tú ni siquiera toses. Te mantienes firme y mantienes a raya las enfermedades e infecciones. Todos se preguntan cómo lo haces, pero apenas lo piensas. Llegan las vacaciones, por las que tanto has trabajado y esperado poder no hacer nada por fin. Joder, te lo merecías tanto. Y justo cuando finalmente te detienes, dejas de correr tanto, te liberas del estrés y la tensión… te enfermas. Justo el tercer día de tus malditas vacaciones. ¿Por qué? Porque tu cuerpo se siente seguro, el sistema de eliminación ya tiene fuerza porque la distribución de energía funciona adecuadamente. El cuerpo finalmente puede continuar con sus procesos de eliminación y regeneración, ya que las condiciones son las adecuadas. Antes no podía hacerlo porque toda la energía estaba volcada en el sistema de relación: conflictos, crisis, nervios y situaciones que te desbordaban emocionalmente. Ahora que los tiempos difíciles han pasado, finalmente puede cumplir con su trabajo de regeneración, que tanto necesitaba. Lo único que podría fastidiarte es que casi siempre sucede cuando estás de vacaciones o en un período de relajación. Pero así es la vida, y no hay nada extraño en eso.
El sistema de relación manda hoy en día
El sistema de relación se sobrecarga siempre que se presentan las siguientes situaciones:
- Exceso de trabajo excepcional.
- Trabajo que no te satisface.
- Experimentas tensiones constantes.
- Estás lleno de pensamientos negativos.
- No atiendes tus propias necesidades y siempre te colocas en último lugar.
- Niegas constantemente las circunstancias de la vida.
- Estás inundado de pensamientos negativos que te hacen sentir sin fuerzas y muy deprimido.
- No puedes manejar las emociones que te invaden.
- Pasas por momentos de ira, duelo o tristeza.
- Estás en una relación tóxica.
- No puedes establecer límites porque quieres complacer a los demás.
- Ignoras tus propias necesidades.
- Te excedes con ejercicios físicos inapropiados.
- Vives para los demás y no para ti mismo.
- Mantienes una vida social excesiva y te agotas tratando de estar siempre a la altura.
Cuando el sistema de nutrición se detiene, es contraproducente comer, beber o consumir tóxicos, ya que las digestiones se vuelven más pesadas y difíciles, desaparece el apetito y las sustancias de desecho no se eliminan adecuadamente. Además, si decides tomar tóxicos en estos momentos difíciles, te perjudicarás aún más, ya que permanecerán en tu cuerpo hasta que el organismo pueda eliminarlos.
No te sometas a dietas curativas, cambios extremos en la alimentación o ayunos terapéuticos si tu sistema de relación está sobrecargado, ya que será contraproducente. Es importante identificar la causa de tu estado emocional deteriorado y abordarlo de manera integral. Observa qué alimentos consumes, ya que estos pueden afectar tu energía y tu capacidad para enfrentar los desafíos. Recuerda que la falta de energía en el sistema de relación puede llevar a una percepción distorsionada de los problemas y dificultades de la vida. Es fundamental tratar el problema de manera holística para encontrar soluciones duraderas.
Escucha a tu cuerpo y encontrarás la solución
Como puedes observar, todo está interconectado y cada proceso afecta al otro de manera significativa. El cuerpo humano es increíblemente sabio y ha evolucionado a lo largo de millones de años para poder hacer frente a las diversas situaciones que enfrentamos en la vida, incluso aquellas que no son tan agradables. Si tan solo pudiéramos permitir que siguiera su curso natural, sería capaz de superar cualquier obstáculo sin sufrir daños.
Desafortunadamente, a menudo ignoramos las señales que nuestro cuerpo nos envía, incluso cuando somos plenamente conscientes de ellas. Sentimos que nuestro cuerpo trata de comunicarse con nosotros, pero decidimos hacer caso omiso de sus advertencias. Creemos que sabemos mejor y que podemos manejar la situación tapando el problema, ya sea con comida o con sustancias tóxicas, pero en realidad solo estamos dañando nuestra propia salud.
Mi objetivo es sensibilizarte sobre la importancia de prestar atención a lo que sucede en nuestro interior. Si logramos esto, podremos disfrutar de la vida de una manera mucho más plena y prolongada. Recuerda, ¡solo la tenemos una!